Historia del abanico

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Introducción

El origen del abanico se pierde en el tiempo. Se tiene constancia de su empleo ya en época prehistórica para avivar el fuego, como un simple artefacto para refrescar o espantar insectos hasta convertirse, con el paso del tiempo, en un objeto artístico que ha combinado usos funcionales, ceremoniales y decorativos así como símbolo de autoridad, medio de comunicación, propagación de ideas políticas, comerciales, signo de ostentación, o simplemente como detalle ornamental. El abanico es un objeto que ha evolucionado a travésde la historia como elemento representativo de un contexto social/económico y fiel reflejo del momento histórico de su creación.

A lo largo de la historia nos han llegado suficientes testigos como para comprobar la variedad de tipos, técnicas de construcción y sobre todo, de los materiales que fueron empleados en su fabricación y que afectan de forma determinante a su conservación.

La complejidad de su elaboración y los ricos componentes involucrados en ella —marfil, nácar, carey, madera, papel, tela, encajes, plumas, etc.; hacen de los abanicos objetos preciosos, pudiendo considerárseles en muchos casos verdaderas obras de arte. Es esta característica, su versatilidad material, precisamente, la que marca la profusa complejidad de su restauración.

 

historia del abanico

Origen del abanico

El origen de este artefacto tan común y especial a la vez es incierto y se pierde en el tiempo. Se podríaafirmar que se halla en épocas prehistóricas, cuando el hombre descubre el fuego y, para avivar las brasas, recurre a agitar el aire con cualquier objeto a modo de abanico.

El término abanico deriva del latínvannus”, instrumento usado para aventar el trigo durante la época de los romanos. Desde su nacimiento en la Antigüedad, fue un objeto con una función práctica, cuyo fin primordial era mover el aire, aventar el grano, avivar el fuego, proteger del sol y espantar insectos. Con el tiempo comenzó a ser utilizado como un símbolo de poder o religioso.

Especulaciones aparte, algunos autores afirman que la presencia arqueológica más temprana se remonta al siglo VIII a.C. para el abanico fijo en China. Las fuentes literarias chinas lo asocian a la hija del mandarín Kau-si, que no pudiendo soportar el calor de su antifaz en una fiesta de disfraces, se lo quitó y lo agitó rápidamente ante su rostro dándose aire y no dejando ver su rostro. La aparición del abanico plegable se establece alrededor del siglo IX (877 d C.) en Japón. Según una tradición japonesa el abanico plegable o sensu fue inventado por un artesano japonés, quién concibió este objeto observando las alas de un murciélago al plegarse y desplegarse. La representación más antigua del abanico plegable se puede encontrar en la figura del dios japonés de la felicidad.

El abanico en la Antigüedad

Los testimonios más antiguo de abanicos provienen de tumbas egipcias, estando incorporado en la cabeza de una maza ceremonial que se encuentra en el Asmolean Museum de Oxford, que perteneció a Narmer I, que en torno al año 3000 a.C. unificó por primera vez el Alto y Bajo Egipto, y representa un cortejo real en el que aparecen dos esclavos con abanicos. Otras representaciones egipcias en las que aparecen abanicos las hallamos en las tumbas de Beni-Hasan, de la XII dinastía (1791-1796 a.C.), en los bajos relieves del Rameseo (dinastía XIX) y en los frescos de Medinet-Habu (dinastía XX). Mencionaremos los dos abanicos encontrados en la tumba de Tutankamón (1334- 1325 a.C.). Estos son de plumas de avestruz, unidas a un mango de marfil en forma de L

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Figura 1. Abanico de plumas de avestruz y mango de marfil en forma de L encontrado en la tumba de Tutankamon (1334-1325 a.C.)
”Mujer joven con abanico”. Goya | Abanicos Airearte Sevilla
Figura 2. Abanico de bandera. Retrato de María de Portugal. Anónimo. Siglo XVI
Orígenes del abanico | Abanicos Airearte Sevilla
Figura 3. Abanico de pantalla. Siglo XVII. Madera, mica, seda, car- tón y madera. ©Museo Estatal de Ostankino de Moscu

La Edad Media y Renacimiento

Occidente, durante la Edad Media, el abanico o flabelum pasa a formar parte de la liturgia cristiana, empleándose en la consagración, para proteger la Eucaristía de los insectos y refrescar al celebrante, el llamado “rbipidion”, tanto elaborado con piel, como con plumas de pavo real o con tejidos muy finos. En siglos posteriores el abanico litúrgico permanecerá sólo para acompañar al Papa en los actos más solemnes, desapareciendo definitivamente después de la celebración del Concilio Vaticano II.

Según Hélène Alexander, la introducción del abanico fijo desde el Oriente Medio a Europa, podría haber ocurrido en el siglo XII, durante el período de las Cruzadas. Estos primeros abanicos estaban reservados para la realeza y la nobleza y fueron considerados como un símbolo de estatus, conservando las funciones prácticas de enfriar el aire y espantar insectos.

Eran de tipo “bandera” [figura 2] o “pantalla” [figura 3], decorados con pinturas, plumas, metales y piedras preciosas con mangos torneados de una gran variedad de materiales costosos, los cuales fueron usados en Italia en los siglos XIV y XV y adoptados más tarde en toda Europa.

En España, las primeras referencias del abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón (siglo XIV), en la que se cita como oficio de los nobles que acompañaban al rey “el que lleva el abanico”. Hay también referencia de este utensilio en los inventarios de bienes del pintor Bartolomé Abella (1429), en el del Príncipe de Viana y en el de la Reina Da Juana de Castilla este último realizado en 1565. Conviene decir que estos abanicos eran rígidos y de forma redondeada, empleándose generalmente como materiales la palma, la paja, la seda y las plumas de pavón.

Tras el descubrimiento de América por los conquistadores españoles, fue introducido en España un tipo de abanico fijo proveniente de las culturas azteca y maya. Se puede comprobar la presencia y uso de este tipo de abanicos a través del manuscrito Códice Mendoza. También, entre los presentes de Colón a Isabel la Católica al regreso de su primer viaje figura un abanico de plumas, material en el que también estaban realizados los cinco abanicos encargados por Germana de Foix (segunda mujer de Fernando el Católico) en 1514, o entre los presentes que Moctezuma regaló a Hernán Cortés.

A principios del siglo XVI el abanico plegable fue introducido en Europa por dos vías, la primera a través del comercio veneciano con Oriente por el que llegó a manos de Catalina de Médicis y ésta lo puso de moda en la corte francesa de Enrique II, y la segunda por medio del comercio portugués con Asia oriental, enseguida se extendió su uso por el resto de los países europeos. En un principio estaban destinados a reyes y nobles, pero debido a lo práctico que resultaban estos abanicos, pronto se volvieron muy populares y a causa de la gran demanda se comenzaron a fabricar en serie por toda Europa.

Durante la primera mitad del siglo, aunque ya existían los abanicos plegables, se continuaron usando los fijos de plumas. En un primer momento, Italia estuvo a la cabeza en cuanto a la fabricación de abanicos, pero a partir del siglo XVII París llegó a ser el gran centro de manufacturero de abanicos. Luis XIV de Francia promulgó diferentes edictos para la regulación de la industria abaniquera. En abril de 1670, el Parlamento de París confirmó que todos aquellos que trabajaban en la realización de abanicos podían constituirse en gremio, y en 1678 se formó el gremio de abaniqueros. En Francia, los abanicos alcanzaron precios de artículos de lujo y sus países sirvieron de base para el trabajo de grandes pintores, aunque ocasionalmente se utilizaron países estampados en sustitución de los pintados.

En la España del diecisiete el gusto por todo lo francés era tal, que el pintor español Juan Cano y Arévalo para poder venderlos tuvo que fingir que los abanicos pintados por él eran franceses. En la segunda mitad del siglo, el abanico plegable alcanzó la condición de accesorio imprescindible en el vestido de la dama de categoría y, al finalizar dicho periodo llegó a ser una parte integrante de su vestuario.

El siglo XVIII. La Edad del Oro del Abanico

La época de esplendor del abanico es, sin lugar a dudas, el siglo XVIII. Convertido en un elemento importante ya en el siglo anterior, ahora va a ser utilizado no sólo por las damas nobles o las de la burguesía, sino por las mujeres de condición más humilde. Los testimonios literarios evidencian la importancia que se concedía a este delicado instrumento de coquetería.

Por ejemplo el ingles Joseph Addison (I672-I719) escribe, “una mujer sin abanico se encuentra tan incómoda como un caballero sin espada”, y hay que pensar que en aquel tiempo un caballero sin espada sería inimaginable.

Para Mme. de Staél, “En el manejo y juego del abanico se aprecia la distinción de las damas. Y hasta las mujeres más bellas y elegantes, si no saben manejarlo con gracia y donaire, caen en el ridículo mayor”. En consecuencia el llevar abanico no distinguía por sí sólo a una dama; era de suma importancia manejarlo correctamente e infundirle vida propia.

Se convirtió en aliado de los asuntos amorosos y mediante su mudo lenguaje los amantes descifraban el mensaje que les enviaban sus damas. A finales de siglo aparecieron manuales que instruían a las mujeres sobre el lenguaje del abanico. Charles Francis Bodini publicó en 1797 la obra El telégrafo de Cupido, en el que establece un auténtico alfabeto. Pero, a pesar de todo este auge, a principios del siglo no existía aún un patrón establecido sobre el comercio y la fabricación de abanicos.

El abanico se había convertido en un importante complemento de moda, que se fabricaba en casi todos los países de Europa. Al mismo tiempo, debido a la expansión del comercio entre Occidente y Oriente, muchos abanicos fueron fabricados específicamente en este último para los mercados occidentales. Los europeos, fascinados por todo lo exótico, desarrollaron un estilo de decoración denominado chinoiserie, que imitaba y adaptaba motivos chinos.En la Inglaterra de 1709 el gremio de abaniqueros formó la corporación Compañía de Abanicos de Worshiptul, para proteger el comercio y la manufactura de los abanicos en el país. A pesar de ello, se continuaban importando muchos abanicos de Oriente vendidos vía la Compañía de las Indias Orientales desde el puerto de Cantón. En repetidas ocasiones, los fabricantes de abanicos protestaron por la importación de éstos, llegando a solicitar su prohibición. En esta época, los abanicos que más se adquirían de China eran los abanicos de baraja, de marfil grabado y calado, que reproducían el encaje.

 

 

Historia del Abanico
Figura 4 . Abanico cantonés tipo brisé después de la restauración de mar¬fil calado y tallado con figuras humanas, animales, vegetación y arquitectura. 1820-1830, China. ©Colección Museo del Romanticismo de Madrid

 

Los abanicos brisé, realizados en Oriente para los mercados occidentales, también inspiraron a los fabricantes europeos y, en los años 1720 y 1730, se pusieron de moda los pequeños abanicos brisé de marfil, con varillas perforadas, pintadas y, a menudo, barnizadas [figura 4]. Fue una época de gran inventiva; se intensificó el empleo de las chinerías y de los grabados, aparecieron nuevas formas de abanicos plegables, por ejemplo los denominados Vernis Martín, que eran abanicos de baraja, de pequeño tamaño, de marfil, con chinoiseries y recubiertos por un barniz que imitaba las lacas chinas.

El abanico impreso fue una especialidad de Inglaterra, que exportó abanicos a toda Europa gracias a la implantación en 1734 del Copyright Act, que recomendaba a los impresores poner su sello y fecha de fabricación. Los abanicos ingleses de este periodo tenían mucho en común con algunos de los franceses, aunque la disposición de la decoración en los países era más espaciosa y en general, tenían mucho menos colorido que sus contemporáneos del continente.

Holanda también contaba con una floreciente industria de abanicos localizada en Ámsterdam, que desapareció en 1785. Fabricaron sobre todo los abanicos de iglesia, decorados con temas inspirados en el Antiguo Testamento.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII surge el gusto por todo lo relacionado con la Antigüedad clásica. Esto se ve reflejado en la moda y por ende en los abanicos, pudiendo apreciarse una mayor sencillez en las formas y elementos decorativos.

Hace su aparición el empleo de lentejuelas y bordados con hilos metálicos en el país. Las técnicas de pointille y piqué se ponen muy de moda en el varillaje consiguiendo vistosos efectos de tallado, calado, dorados y pintados. Aparece la montura “esqueleto”, cuyas varillas están muy separadas unas de otras, con país generalmente de seda y composición distribuida en cartelas con lentejuelas y escenas galantes.

Bajo el reinado de Luis XV de Francia, el abanico alcanza su máximo esplendor y llega a ser un objeto de lujo. Aumenta el tamaño del país hasta alcanzar vuelos de 180º. Los temas más frecuentes de su decoración eran mitológicos, históricos, etc., sobre países de vitela o papel y varillajes de nácar o marfil, calados, grabados, pintados… hacia mitad del reinado aparece el abanico cabriolé, con dos o tres países. Poco a poco, el estilo se transforma. La Revolución Francesa prohibió el comercio exterior de abanicos y la importación de materiales de calidad, por lo que la mayoría de los abanicos del periodo revolucionario tienen el varillaje de asta o de hueso.

En este periodo se consolida también el modelo y uso del abanico de boda, que llevaba pintados los retratos de los contrayentes o sus iniciales bordadas y que se mantuvo como habitual regalo de compromiso matrimonial desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX. A finales del siglo se redujo el tamaño de los abanicos y su decoración se centró cada vez más en motivos y personajes de la historia griega y romana, según el estilo neoclásico.

El abanico en España hasta el siglo XIX

La situación en España con respecto al abanico resulta un tanto singular pues si bien desde la Edad Media hay noticias de su uso y se citan en siglos posteriores noticias de damas y caballeros que los utilizan así como nombres de abaniqueros y pintores de países, no existen noticias de su fabricación contrastada con piezas conservadas hasta el siglo XIX.

Para algunos autores, en la escuela española  existe un vacío hasta que en el siglo XIX, en que después de la época del Primer Imperio francés, los fabricantes franceses establecen en Valencia talleres para montar las piezas importadas de Francia. Otros defienden la existencia de creaciones españolas como Nancy Armstrong, y realmente tenemos en varios momentos nombres de artesanos abaniqueros, e incluso peticiones para constituirse en gremio.

Una de las primeras noticias se encuentra en la Crónica de Pedro IV de Aragón cuando, entre los diferentes oficios que desempeñan los nobles que están entorno al rey, se cita “el que llevaba el abanico”.

Que existían esos talleres en España desde el siglo XIV no es razonable negarlo, por ser los materiales con que se cons- truían propios de nuestro suelo e infinitas las ocasiones de lucir- los en las ostontosas fiestas de Corte. Entonces se llamaba al abanico ventalle, y en valenciano ventall, como ahora, testimoniándolo el inventario do bienes del pintor Bartolomé Abellá hecho en Valencia en 1429 en Valencia, recoge “dos ventalls de palma guarnics de aluda”.

También en el inventario de los bienes del príncipe de Viena se habla de dos “ventall” de raso.

En el siglo XVI el inventario de la Reina Dña. Juana, la madre de Carlos V, contiene la descripción de varios abanicos que debían ser bellísimos a juzgar por su descripción. Ezquerra supone que dado que D.“Juana vivió desde la muerte de su esposo en 1506 retirada del mundo, no sería aventurado pensar que tales galas las heredaría de la reina Isabel, su madre, y tuvieran procedencia italiana o que, adquiridos en Italia, Rieran de fabricación oriental.

Durante el resto del siglo XVI ya es frecuente ver en retratos de damas españolas abanicos plegables, lo que no se observa en los de francesas hasta el XVII, pues Catalina de Médicis había puesto en boga los de pantalla, rodeados de plumas, que vendían en París los perfumistas italianos que la acompañaron.

En este siglo, sin embargo, no existen noticias de maestros abaniqueros en España, aunque sí aparecen en muchas ocasiones menciones alusivas a abanicos.

En tiempos de la reina Margarita de Austria existe un nombramiento de abaniquera a favor de Dña. Mariana de la Estrella, que tenía la ocupación de “aderezar los abanicos de S.m.”, y en l624 se recibe como “maestro de hacer abanicos para la reina” a D. Miguel Pinto, “sin gozar de gajes ni de otra cosa”, y con la condición de entregarlos en casa del joyero para que los pusiese en sus cuentas, debiendo darlos un real menos, cada uno, de lo que costasen en las demás tiendas y habiéndole concedido licencia para poner en la suya las armas reales [figura 5].

“La infanta Isabel Clara Eugenia”. de Rubens
Figura 5 . Óleo sobre lienzo , Hacia 1615. Título :“La infanta Isabel Clara Eugenia”. Autor: Rubens, Pedro Pablo; Brueghel el Viejo, Jan. Colección Museo del Prado de Madrid.
Retrato con abanico | Abanicos AireArte Sevilla
Figura 6 . Óleo  sobre lienzo , Hacia 1635. Título :“La dama del abanico”. Autor: Diego Velázquez. Wallace Collection Londres.

Son infinitos los retratos de esa época en que las damas los ostentan, en general grandes, de varillaje obscuro, de madera o concha, clave- teados de oro y plata, unas veces pintados, otras bordados con hilillo de oro. El célebre cuadro de Velázquez conservado en la colección Wallace denominado «La señora del abanico» lo tiene sencillo y, al parecer, bordado.Esto no obstante, podemos observar el abanico en diversas obras de Velázquez como los retratos “Isabel de Borbón” de 1631 actualmente de colección particular en Museo de Nueva York o el cuadro “La infanta Margarita” de 1956 actualmente en el Museo Kunthistoriches de Viena.

En 1656 se nombra a D. Francisco Paiba abaniquero de la Reina, entonces Dña. Mariana de Austria, quien mostró constante afición a los abanicos y no lo abandona ni aun para sor retratada por Juan Carreño de Miranda, vestida con las tocas de viuda, que la asemejan a una religiosa.

A finales de siglo tenemos más noticias por los arreglos que hace el platero D. José de Morales en abanicos de su propiedad pues parece ser que la Reina era muy aficionada a los abanicos y aparece con ellos en muchos de sus retratos.

De esta misma época son tres abaniqueros mencionados por Gestoso en su Diccionario de Artífices de Sevilla, D. Carlos de Arocha, portugués, D. Alonso de Ochoa y D. José Páez. También, ambos sevillanos. Pintor de abanicos es, en l625, Duarte de Pinto.

En el siglo XVII destaca Juan Cano de Arévalo, único pintor español citado por los extranjeros como posible autor de países, quien demostró excelentes facultades para la pintura de tamaño pequeño se dedicó con gran éxito a la pintura de abanicos. Se dice que habiendo hecho una gran cantidad de abanicos durante el invierno y viendo que por ser hechos en España no tendrían salida, fingió que era una partida que había venido de Francia y así logró venderlos todos.

El escritor Eugenio Larruga habla de la existencia de maestros abaniqueros anteriores a este siglo pero sin precisar datos muy concretos. Se lamenta de que la afluencia de abanicos extranjeros ha ido permitiendo que se perdieran buenos artesanos. Parece ser que Carlos II intentó remediar esta situación escribiendo en 1679 al marqués del Carpio, entonces embajador en Roma, para que enviara a Madrid un maestro abaniquero, lo cual cumplió en 1683.

En los años de la gestión con Carpió, Carlos II, casado con .” María Luisa de Orleans, era primer ministro. Juan de Austria, el bastardo de la Carona, y era muy natural que influida aquélla por el gusto francés encontrase nuestros abanicos demasiado sombríos comparándolos con los brillantes de riqueza y coloración usados en la Corte de Luis XIV, donde tan en moda se pusieron desde que su mujer María Tensa de Austria, hija de Felipe IV, no los de- jaba de la mano, teniendo preferencia por unos perfumados que denominaban  “Piel de España.”

D. Juan de Austria que tenía aficiones artísticas tan cultivadas, como buen discípulo y protecor de David Teniers, no es de extrañar, pusiera de su parte lo posible para levantar una industria decadente complaciendo al mismo tiempo a la Reina, así como para disgustar a Mariana de Austria, su enconada enemiga.

Mucho se había generalizado el uso do los avanos, avanitos y ventalls cuando en 1706 en una nota de la obra de D. José Martínez Aloy  se dice que al asistir los diputados de la Generalidad del Reino a las funciones de toros en Valencia, siempre en verano, se los obsequiaba con ellos.

También Dña. Mariana de Neoburgo, la segunda esposa de Carlos II, fue muy aficionada a los abanicos, que aparecen citados en su testamentaria. Así aparece en diversos retratos(hoy día ubicados en el Museo del Prado de Madrid) con un abanico pequeño de baraja, formando picos, creación de la moda de entonces. Son los llamados vulgarmente Vernis Martín, aunque todavía el pintor do coches, Martín, no se había hecho famoso por la invención del barniz que lleva su nombre, con el cual imitaba las lozas asiáticas.

Con la llegada de Felipe V a España aumentaron las importaciones de abanicos franceses, que se reflejan en los documentos de pago de aranceles. Sin embargo no solamente entran abanicos de Francia, también provienen de Inglaterra, Italia u Holanda. Sigue la moda en un principio con temas históricos, bíblicos, mitológicos o teatrales, que después van cediendo el paso a asuntos más ligeros como idilios pastoriles, escenas galantes.

La segunda esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio fue una mujer culta y amante de las artes. Ésta poseyó una nutrida y variada colección de abanicos que se pusieron en venta por medio de almoneda pública en 1768, dos años después de su fallecimiento. Varios abanicos pertenecientes a la Reina, fueron desmontados y colocados en marcos dado el valor de su pintura.

De época de Isabel de Farnesio encontramos varios especialistas de países de abanicos como Francisco de la Vega, natural de Calatayud, que por posible encargo de la Reina trazó bocetos narrando sucesos de la campaña de Italia llevada a cabo por don Carlos.

También hay noticias de dibujantes a pluma, como el napolitano Fernando Vaccá y un tal Vicente Román.

En cuanto a los abanicos populares del momento, serán muy conocidos los de la villa de Calañas, en Huelva.

El siglo XIX

En el XIX aumenta la popularidad del abanico llegando a todas las clases sociales. Para poder solventar tal demanda se realizan abanicos a gran escala, y para abaratar costes se realizan abanicos en papel impreso coloreado con vivos colores y con varillaje sencillo de madera. Su bajo costo, convertirá al abanico en un complemento accesible al gran público. Poco a poco, el abanico servirá también como soporte publicitario apareciendo el abanico propagandístico adquiriendo de este modo una nueva funcionalidad.

Asimismo, se mantenía la popularidad del abanico pudiendo apreciar su presencia en numerosos retratos y obras de arte. [figura7]

En el XIX aumenta la popularidad del abanico y se empieza a fabricar a gran escala
Figura 7 . Óleo sobre lienzo, 1806-1807. Conocida como ”Mujer joven con abanico”. Autor: Goya. Musée du Louvre.
Historia del abanico y su fabricación | Abanicos AireArte
Figura 8. Abanico cocarda de encaje. Segundo tercio del XIX. Colección privada .
Historia del abanico | Abanicos AireArte Sevilla
Figuras 9. Abanico mágico o de truco anverso.

Pero paralelamente a esta vertiente se siguen fabricando abanicos ricamente decorados en los que se pueden distinguir cuatro grandes estilos:

El primero, heredado del siglo anterior, es el denominado estilo Imperio. Se trata de una adaptación del neoclásico dieciochesco, enriquecido e inspirado por la propaganda y difusión de las culturas griegas y romanas recién sacadas a la luz, especialmente las pompeyanas por un lado y el descubrimiento del arte egipcio por otro. La sobriedad y equilibrio de estos abanicos, se observa en su pequeño tamaño, en un varillaje recto y estrecho; con países de gasa, seda y lentejuelas, de un vuelo pequeño lo que da lugar a una fuente más reducida, y la sustitución de las grandes y complejas escenas dieciochescas por motivos más austeros, alegorías, fábulas sobre fondos planos. Dentro de este primer grupo se pueden destacar los abanicos denominados cristinos, nombre debido a Cristina de Borbón, segunda esposa de Fernando VII, de reducido tamaño y decoración un poco más recargada que los imperio.

El segundo tipo de abanicos es el del estilo Romántico, donde aparece una nueva percepción de lo lejano, con una fidelidad histórica y sin idealización. Para ello, se recupera el gusto por el estilo gótico, el abuso de la ojiva, y el gablete en las filigranas decorativas. Escenas más amplias y abigarradas y ordenadas con un gusto marcadamente escenográfico van a precisar abanicos ligeramente más grandes y de mayor vuelo con una mayor presencia de orlas doradas de contenido vegetal y floral.

A mediados del siglo XIX entramos en el periodo de mecanización del abanico. Se abaratan los costes y se divulgan los modelos, logrando gran uniformidad. La mayoría de los varillajes son de hueso y están calados a máquina con sencillas decoraciones. Esta economía decorativa se ve a veces compensada con la aparición de tipos diferentes de abanicos como la cocarda [figura 8], los articulados o los abanicos de truco [figura 9]. Además, están los de manifestación más popular con países de papel impreso y varillajes de madera o hueso que toman su referencia decorativa de algún evento histórico concreto, son los llamados abanicos conmemorativos. Algunas veces, como propaganda de los agitados cambios que vive el país, y otras, simplemente, como testimonio histórico.

Pasamos al segundo tercio del siglo XIX, en cuya fecha se va complicando el abanico en su decoración, tanto en el varillaje como en la hoja, y aumenta paulatinamente el tamaño, llegando al tercer estilo de abanico, llamado Isabelino, cuyo nombre lo recibe de la reina Isabel II. Es un abanico original en cuanto al amplio desarrollo de la fuente o varillaje y al sistema empleado en la decoración del país, que suele ser de papel litografiado y coloreado a mano, con los extremos muy adornados con roleos, rocallas, volutas doradas y gofradas, en un horror vacui característico.

El cuarto estilo aparece a finales del siglo con un afán por lo exótico, destacando los abanicos orientales, tan frecuentes en las colecciones y fiel reflejo de las importaciones masivas que llegaban de China y Japón. Hay que destacar los abanicos de Cantón o de las Mil caras

La virtuosidad artesanal y calidad estética en los abanicos crearán serias dificultades de identificación y datación con sus originales. A finales de siglo, aumenta el tamaño del abanico, hasta llegar a los llamados Pericones, de gigantescas proporciones, y muy abundantes entre 1880 y 1890.

El desarrollo tecnológico produjo por aquel entonces la invención de la litografía y, más tarde, de la cromolitografía, que se aplicó a la decoración de los países de los abanicos abaratando costes. Los principales temas eran las escenas campestres y pastoriles con indumentaria del siglo XVIII o escenas históricas con trajes de los siglos XVI y XVII. Es el siglo en el que se fabricó toda clase de abanicos: pequeños, pericones, de baraja, de encaje, de plumas… A mediados del XIX se puso de moda el abanico de encaje, tanto de bolillos como a la aguja.

También se realizaron trabajos a máquina o combinados: a máquina y a mano. En 1820 se inventó el tul mecánico.

El siglo XX

Durante la primera década del siglo aparecen nuevos tipos de abanicos con una gran variedad de formas y dimensiones, los más populares fueron el abanico de ballon con forma elíptica o de globo o el abanico de fontagne, con forma de hoja. En la década de 1920, surgen abanicos de plumas de avestruz muy grandes, teñidos de todos los colores imaginables y diseñados para complementar los trajes más ligeros de la época.

A principios del siglo XX se volvió a requerir la producción de abanicos prácticos, de calidad y más elaborados. Los movimientos Belle Époque y Art Decó permitieron que surgieran algunos muy hermosos y pintados a mano. Sin embargo, los materiales costosos fueron desplazados cada vez más y reemplazados por celuloide y otros materiales artificiales. Se fabricaron abanicos en serie que eran impresos y luego retocados con técnica de estarcido. Aunque para abaratar costos, a veces, se utilizaba en las varillas de los abanicos hueso y asta en lugar de marfil y carey, estas eran finamente caladas y decoradas.

Se fabricaron abanicos especiales para cada ocasión; para bodas, de luto, para bailes, propagandísticos y comerciales etc. Aparecieron los abanicos conmemorativos en los que los protagonistas del acontecimiento representado firmaban por el reverso.

  • Grupo Español de conservación – International Institute of Conservation of historic and artistic Works. Ge-conservación nº 8/ 2015. ISSN: 1989-8568. Alet Restauracion S.L.
  • Exposicion de “El Abanico en España” 1920 – Universidad Autónoma de Barcelona.
  • Abanicos. La colección del Museo Municipal de Madrid. Exposición celebrada en el Museo Municipal de diciembre de 1995 a febrero de 1996. Ayuntamiento de Madrid, 1995
  • Almela Mengot: Los abanicos de Valencia Publicaciones de la escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid. núm. 13. Madrid, 1943-1944.
  • Artículo “Los abanicos de Aldaia” de José Alfonso Pérez González – Universidad Autónoma de Madrid.